Era la voz de cientos de campesinos cocaleros que querían recomenzar, pero los carteles de Sinaloa y Nueva Generación no se lo permitieron. Asesinaron el sueño
Por: Iván Gallo
A José Jair Cortés no lo paraba nadie. Hace un año, cuando las amenazas arreciaban contra él por las denuncias que hacía desde la Junta de Gobierno del Consejo comunitario Alto Mira alertando sobre la presencia de Bandas Criminales, Narcos mexicanos y disidencias de las Farc en la zona, siguió haciendo lo que más le gustaba: visitar a su gente en las veredas que forman el municipio de Tumaco.
Iba entre ríos y mangalares, capacitando e informando a la gente sobre la necesidad no quedarse callados y contar todo, abusos y atropellos en un territorio donde no había autoridad alguna para informarle. Contaba desde el año pasado con un grupo de guardaespaldas de la Unidad Nacional de Protección que le estorbaban. Siempre se había metido en líos por cantar la verdad pero ahora parecía que la cosa iba en serio: el narco alias Guacho, disidente de las Farc, lo tenía en la mira.
En el 2016 Tumaco murieron asesinados 167 pobladores. Las 26 mil hectáreas sembradas de coca que alimenta la disputa de los grupos armados por su control ha terminado llevándose por delante gente buena. Con ganas de vivir tranquila, sin enredo alguno con la coca. A ellos les hablaba José Jair quien además quería que Tumaco dejara de ser un territorio de narcos e impulsaba entre los campesinos la sustitución voluntaria de hoja de coca.
Sabía de los riesgos y por esto andaba protegido. Pero se les escapaba a los escoltas, detrás de su libertad. Los narcos de la región lo veían como un enemigo al que había que liquidar a cualquier precio. El cerco se cerraba. En diciembre del año pasado vio la muerte de cerca cuando se cayó de una moto por un barranco, pero se limpió las heridas y continuó con su misión: explicar las ventajas de cambiar la coca por cacao, por palma de aceite, incluso por pan coger.
Su vida hasta los 41 años había sido un desafío a la supervivencia. Fueron doce los desplazamientos en los que tuvo que aguantar separado de su familia y darle la cara a los más feroces asesinos que amenazaban su vereda Quiestería, vecina a Restrepo. Allí se convirtió en uno de los líderes del Consejo comunitario del Alto Mira donde todos lo conocían y a donde había llegado solo. En la vereda El Vallenato, por la que tanto luchó, le dispararon el martes 17 de octubre en la tarde. El sospechoso mayor: alias Guacho.
Desde septiembre pasado lo había declarado objetivo militar a él y a los miembros del Consejo Comunitario de Alto Mira. Cachi, su segundo, otro capo de la zona, afirmó que mataría a dos personas de cada comunidad si no apoyaban las movilizaciones que se oponían a la erradicación de cultivos.
Después del 5 de octubre pasado, cuando al parecer miembros de la fuerza pública le dispararon a los campesinos y asesinaron al menos siete en la vereda El Tandil, la voz de José Jair Cortés se escuchó con mayor rudeza desde el Consejo Comunitario de Alto Mira. Su firmeza nunca le quitó la sonrisa con la que se hacía respetar a él y a su gente y por esto fue uno de los escogidos para hablar con el vice-presidente Óscar Naranjo. Le pidió entonces reforzar la seguridad. La orden de liquidarlo no dio tiempo.